miércoles, 14 de marzo de 2012

Estado del bienestar



 “Abuelas sufren abusos de su propia familia: las utilizan como niñeras sin darles retribución”. 

Este era el titulo que salió en El Siglo de Durango el otro día. Y la noticia, o mejor, el mensaje que la misma intentaba acreditar, me pareció una barbaridad.


 
Intentaré explicarme.


El estado, al surgir en su forma más poderosa desde la segunda mitad del siglo diecinueve, se dió cuenta que la institucion antagónica a el era la familia, como centro de lealtad y fuente de autoridad.
Y empezó una lucha más o menos encubierta para destruir, y aniquilar a este rival.

Hay que entender que en todas las sociedades hay un nivel básico de “dependencia”: hay niños, personas muy ancianas, individuos incapacitados y otros seriamente enfermos. Esta gente no puede cuidar de sí misma. Sin la ayuda de otros, morirían. Toda sociedad debe tener una forma de prestar atención a estos dependientes.

Y este es el punto: bajo el predominio de la libertad, la institución natural de la familia (complementada y apoyada por las comunidades locales, las organizaciones voluntarias, las istituciones religiosas) proporciona, y siempre ha proporcionado y de veras en alguna manera sigue proporcionando, la protección y el cuidado que necesita esta gente “dependiente”.

De hecho, la familia es el único lugar donde nacen, se manifiestan, se fortalecen aquellos vínculos solidarios de reciproca dependencia y de ayuda, forjado sobre el ética del amor y del respecto, sin el deseo de la autoridad política y a menudo en contra de ella. 


Y no podría ser diferente, pues este orden que es natural en el pequeno grupo (la familia, la horda, el clan y la tribu, por decirlo a la Hayek) no puede ser el  mismo en el estado, en la grande sociedad, que se rige sobre otras y diferentes reglas.
Me permitan un cita del autor que antes nombré, Friedrich August von Hayek, que despues de especificar  la diferencia entre las dos instituciones, nos explica la necesidad de diferentes reglas, porqué:
el orden de la (Grande) Sociedad descansa, y tiene que descansar, en las frustraciónes y en los fracasos constantes y no deliberados (de aqui la supuesta crueldad, inhumanidad del mercado) de unos esfuerzos – esfuerzos que no habrian debido ser cumplido que pero, entre hombres libres pueden ser desalentado solo por el fracaso”.


Y en eso consistía la rivalidad: el estado en su inesorable, leviatánico camino, debía poco a poco substituirse a la familia, quitarle su papel, su necesidad establecida en los milenios.

Y empezó con la proihibición del trabajo de los ninos, con las escuelas públicas ( el estado estableciendo horarios, programas, orientaciones de estudio); aunque justificada como una medida para mejorar el bienestar y el conocimiento del pueblo, la dinámica profunda era la socialización del tiempo y del saber de los niños, a través de la suposición de que los funcionarios del estado sabían mejor que los padres cómo debían emplear los niños su tiempo y de que no podía esperarse o confiarse en que los padres protegieran a los hijos ante la explotación.

El auge del estado del bienestar puede describirse entonces como la constante transferencia de la función de “dependencia” de la familia al estado, de las personas ligadas por lazos de sangre, matrimonio o adopción a las personas ligada a funcionarios públicos, a burócratas.

El paso final se produjo cuando el estado implantó un programa de pensiones de ancianidad o jubilación: un sistema público de seguridad social, recortando los lazos naturales entre generaciones de una familia, de otra manera dejaba al estado como centro de la lealtad primaria.
El hecho subyacente fue aquí la socialización de otra función de la dependencia, esta vez la dependencia de los “muy viejos” y los “débiles” respecto de los adultos maduros.

Durante milenios, el cuidado de los ancianos había sido asunto de la familia.

A partir de aquí, iba a ser cosa del estado.

Juntando todas estas reformas, el efecto buscado era socializar el valor económico de los niños. La economía natural de las familias y el valor que los niños habían producido a los padres (ya sea como trabajadores en la empresa familiar o como “póliza de seguro” para la vejez) se eliminaron.
Este cambio produjo una menor “demanda” de niños y esto es exactamente lo que pasó en Europa. Desde finales del siglo XIX hasta ahora, la fertilidad estuvo en caída libre y la tasa de natalidad en muchos paises, como la Italia, esta por debajo del nivel de crecimiento cero.

Argumentaban que el problema profundo era el declinar del cristianismo o el aumento del materialismo o el egoísmo personal. Nadie reparaba en los problemas que se encontraban en la legislación educativa y social de los últimos 50 años.


El estatalismo gubernamental destruyó en esta manera la familia, las relaciones mutuas que son el fundamento y la fortaleza de un pueblo. Ahora todos somos pueblos masificados, sin identidad; estamos perdiendo tradiciones, culturas, que siempre fueron ligadas y pertenecían a la familia y a las agregaciones naturales y espontaneas.

Burocratizar la familia, los enlaces naturales quiere decir destruirlos.

Entre poco, si ya no hay, escucharemos hablar del sindicato de la familia y de su derechos, cuando la familia siempre ha estado el lugar donde se fortalecían los deberes, se encontraba el mutuo y caritativo ayuda, la asistencia recíproca.



En frente a la descomposición de la familia, de sus enlaces, de sus relaciones  - lo que nos aparece cuando leemos de la culpabilizada falta de retribucion de las abuelas por su familia – ya hemos perdido también la capacidad, la fuerza de indignarnos.

Y por eso a la fin les pongo este impresionante “Estoy mas que harto” sacado de la pelicula Network (un mundo implacable) por Sidney Lumet, del 1976.
http://www.youtube.com/watch?NR=1&feature=fvwp&v=uSEfhWfrrOQ

¡Buena indignación a todos!





1 comentario:

  1. Yo tambien lei ese titular y me parecio hasta cierto
    punto gracioso. Saludos.

    P.D. (me gustaria opinar algo más de todo lo que explica, pero siento que solo ensuciaria todas sus palabras.)

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